10.2.10



Allí donde solo queda un ligero aire de poniente,
queda tu silla anclada en el barro. Bajo los pies.
Mi pecho empujando sin fuerza el respaldo,
impulsando tu caída, breve y dilatada.
Como mis pupilas cuando intentan mirar
desde aquí aquel lejano arenal.


Sin poder retenerte en la orilla,
no dejas de ser agua en las olas
que vienen y después se van.

Porqué allí, donde apenas queda nada
Tu siempre te vuelves a quedar.

3 comentarios:

Patricia Ibarra dijo...

Que bello poema, me encanta el misticismo que lo acompaña....
Muy bello en vdd.

Saludos enormes

Cien gotas de amor dijo...

Bello y al mismo tiempo triste tu poema, me encanto, un besote,

Laura

Andrea. dijo...

Precioso poema, Mara. Me encanta. Por algo me gustó tu blog y la manera como escribes, sublime mas triste, no por eso menos bello.
Gracias por el comentario.
Me iré pasando, a ver si nos sorprendes con algo nuevo.

Un abrazo y mil besos.