31.12.09

Seas mía. Nada más.

Un piano a lo lejos marcando la melodía de esta noche sin final.
Un piano que baila y dice: -“seas mía nada más”-.

Una farola vacía, sin luz, tampoco cristal.
Intenta dar de sí lo mejor, de tí tu verdad.
Las persianas que rechinan, el viento arrastrando las hojas que ya se van,

estrelladas en las ventanas, estrelladas y doloridas no comprenden su final.

Noches en vela, cuando los grises se acaban, cuando las flores se apagan, cuando los mares se calman y vuelves a mi lugar.

Pienso en ti. Como se piensa en volver atrás.

Pienso en ti. Como se piensa quizá en dar más.

No tengo miedo de lo que contigo viene, más solo de volver a dejarte marchar,

de apagar en mi cabeza esa loca idea de amanecerme en ti una vez más.

Y te pido que regreses a mis días, y te pido que no te vuelvas a alejar, a sabiendas que tu momento viene lejos y en la espera nunca será.

Yo, me cansé de esperar.

Qué si más espero algún afinado momento entonces me he de marchar al otro barrio, al otro mundo, allí, a donde tú ya no estás.

Magia. No me hables de su magia, no me hables de sus noches ni de sus días.
Háblame de tus idas y venidas, de mis miedos y añoranzas, de un futuro compartido y que nazca el día.

Que nazca antes y nos descubra en el enredo de las sabanas,
escondidas allí abajo de los miedos que nos lanzan.

Años ¿tantos años han pasado?
Yo recuerdo algunas lunas y esas mismas alumbraban anteayer más que esta farola mía que no sabe componer.

Ahora, te pido que te vayas. ¡Vete!
¡Esquívate! ¡Entrégate! ¡Piérdete por el umbral!

!Vete¡ Pero no me tardes. No vaya a ser que de nuevo este extraño libro nos vuelva a poner otro obstáculo en el camino y de nuevo pasen los años para volver al mismo lugar.

¡Vete! ¿a que esperas? ¡Márchate ya!

Pero luego cuando al fín te encuentres, cuando sepas que me quieres,
no te vayas nunca más.