
Allí donde solo queda un ligero aire de poniente,
queda tu silla anclada en el barro. Bajo los pies.
Mi pecho empujando sin fuerza el respaldo,
impulsando tu caída, breve y dilatada.
Como mis pupilas cuando intentan mirar
desde aquí aquel lejano arenal.
Como mis pupilas cuando intentan mirar
desde aquí aquel lejano arenal.
Sin poder retenerte en la orilla,
no dejas de ser agua en las olas
no dejas de ser agua en las olas
que vienen y después se van.
Porqué allí, donde apenas queda nada
Tu siempre te vuelves a quedar.
Porqué allí, donde apenas queda nada
Tu siempre te vuelves a quedar.